miércoles, 28 de noviembre de 2012

Diario de Motoneta Delivery Palermo

A veces tengo que reconocer que me cuesta la soledad. Levantarme y acostarme solo todas las mañanas y las noches. A veces extraño a mi amada, pero tengo que decir que no sé si llega un punto del amor donde uno se acostumbra. Y el resto, ¿sigue siendo amor? O se convierte en costumbre. O cuan real es el amor, eso que es una construcción social que se llama de esa manera. Tener hijos, un trabajo, ser feliz. Y qué es ser feliz. ¿Tener un trabajo es ser feliz? ¿Estar bien remunerado es ser feliz? Quiero que me apasione, decía cuando era chico. Hoy no sé si encuentro algo que me apasiona. Soy motoquero y trabajo para un delivery en Palermo. La vida de un motoquero es difícil, es la de la soledad de la motoneta o el ciclomotor. Es estar siempre solo y la verdad que no me hayo en los ambientes de mis compañeros. Seré un tipo solitario, a decir verdad no tengo tampoco muchos amigos. Tengo libros, pero los libros no son amigos. Uno puede ufanarse, de ser un tipo culto, pero cuando se viene la catástrofe, ahí no hay nadie. Ahí es donde comienza a pesar la soledad. Entonces me pregunto para qué. Es como La Naucia de Sartre. Nunca me sentí más identificado con un pensamiento. Un día somos vomitados al mundo. Y ahora qué. Nada de metafísica, nada de construcciones volátiles y gaseosas. Nada de palabrería intelectual barata. Un día sacamos la cabeza y ahí sí, manejate. Yo hago precisamente eso. Manejo una moto. No tengo más aspiración que esa. Para algunos está mal, para otros está bien. Me deja tiempo para el ocio, para leer algo, para disfrutar un poco de la vida, juntarme con gente, amigos momentáneos. Eso es lo más cercano que encontré a la libertad, una libertad ficticia de medio tiempo.

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